PEDRO FIGARI

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PEDRO FIGARI y THE WASHINGTON POST

Domingo, 1º de setiembre de 1946
Si alguna vez soñó con ser un artista
Este hombre encontró la fama a los 60!
París ‘descubrió’ a un uruguayo
La capital es la primera parada en una gira
de la obra del gran Pedro Figari
por Jane Watson Crane

Si el acento de esta columna se ha puesto sobre el arte latinoamericano, es porque es el campo con mayor actividad e interés en Washington este verano. La culminación ha sido esta semana con la apertura el martes en la Unión Panamericana de una pequeña exhibición de pinturas  por el artista uruguayo, Pedro Figari, un individuo con un legítimo reclamo de grandeza.
Algunos artistas objetan las biografías, con el pretexto de que sólo se necesita conocer la obra. No se necesita conocer nada sobre Figari para disfrutar sus pinturas, pero tener algún conocimiento de la forma en que nacieron dará más frutos.
Figari fue el tipo de persona que hizo que la fuerza de su carácter y su habilidad se sintiera en cada actividad que emprendió.
Abogado de profesión, no se dedicó específicamente a la pintura hasta  sus 60 años. Ocupó varios altos cargos de gobierno durante su carrera y fue editor periodístico. Fue la figura central en un famoso caso judicial en que defendió a un hombre a quien creyó injustamente acusado de un asesinato, y luchó legalmente y contra la opinión pública en  Montevideo durante cuatro años. Finalmente ganó el caso, pero a costa de un gran sacrificio personal.
Tratando de revolucionar la enseñanza de artes aplicadas en Montevideo, otra vez estuvo en contra de la opinión pública.
Nombrado director de una escuela estatal, estableció métodos de taller y mandó a los estudiantes a tomar ideas de la naturaleza y de la vida a su alrededor, un punto de partida diferente a la esclavitud de copiar el dibujo clásico. Estaba en constante oposición con la comisión directiva y tuvo que renunciar.
Sus teorías del arte fueron publicadas de muchos modos, el más notable un grueso volumen dedicado a a discusión filosófica del arte y la estética.
De pronto, Figari hizo lo que otros quizá pensaron, o soñaron hacer.
         Como Gauguin, hizo su salida de casa, familia, y todas sus asociaciones previas. Pero esperó a los 60, y no se fue a los mares del sur.
         Con su hijo arquitecto alquiló un pequeño apartamento en Buenos Aires, cruzando el Río de la Plata, y empezó a pintar con la furiosa energía de un hombre muchos años menor.
         Lo que ocurrió bajo su pincel fueron escenas medio reales, medio fantásticas, surgidas de memorias del pasado. Pintó los bailes y ceremonias de los negros casi extinguidos de la la región del Río de la Plata, la vida del gaucho solitario de las llanuras, la existencia semi feudal de los propietarios de grandes estancias, aún impregnados de la tradición colonial española.
         Un notable sentido del color y un fuerte sentido del ritmo, además de la intensidad de su deseo de pintar parecieron superar todos los obstáculos para este artista virtualmente autodidacta. Su obra se mostró primero en los años 20 en Buenos Aires, donde fue recibida con interés, asombro, y algún recelo.
         De nuevo empacó sus valijas con su hijo, esta vez hacia París, donde tuvo un reconocimiento casi inmediato.
         Los ecos de su éxito europeo sin duda conribuyeron a su recepción a su retorno al Río de la Plata, porque sus exposiciones en las capitales argentina y urugaya fueron bien recibidas.
         Figari volvió a Montevideo poco antes de su muerte en 1938. Muchas de sus pinturas, la mayoría de las que fueron hechas al óleo sobre cartón, están ahora en museos en esta ciudades y hay miles en posesión de su familia. En este país hay sólo un puñado.
         Estos óleos representan 17 años de la actividad más extraordinariamente prolífica. De que tengamos conocimiento, son únicos en la historia del arte.
         Hace casi 10 años de la muerte de Figari, pero menos de uno desde que se hizo la gran exposición retrospectiva que lo honró en Montevideo, su ciudad natal.
         Esta primavera unos cuarenta cuadros suyos fueron expuestos en la galería de un marchand en Nueva York, y la exposición en Washington señala el principio de una gira por el país.
         Estos 18 pequeños cuadros tienen más valor que un cargamento de exposiciones reunidas oficialmente. Es gratificante que hayan sido reservados por instituciones artísticas de primer nivel de costa a costa.
trad FSF